POR LUIS SELLÁN
Como el niño del Tambor de Hojalata, aquella magistral obra de Günter Grass, nuestra adolescencia quedó detenida en el tiempo, nuestros sueños se fueron marchitando en una oscura noche de terror. Hace 36 años comenzaba la más cruenta, quizás por eso fue la última, dictadura militar.
La dictadura durante siete años detuvo nuestro crecimiento, pero desde adentro nacía nuestra rebeldía, con olor de escuela, de calle y niñez traicionada.
A 36 años de esta calamidad nacional, los argentino podremos decir suspirando que hemos sobrevivido, que hemos crecido al final. Con dificultades, con la primavera alfonsinista, el fin de la censura y el histórico juicio a los comandantes. Con sus miserias y retrocesos también crecimos y lo seguimos haciendo. Ojalá nadie nos vuelva a poner, por insensatez y política barata el pie encima de vuelta. A 36 años podemos decir que la memoria se construye todos los días, con más democracia, construyendo el país, con derechos humanos no retrospectivos sino ahora, con más educación y cultura.
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