POR LUIS SELLÁN
“No
estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a
expresarlo”.
Voltaire
Voltaire
Es verdad, el Kirchnerismo
no tiene mucha autoridad moral y ética para reclamar pluralidad de voces y denunciar
censuras. Sobre todo a partir del inicio de su guerra personal con el grupo Clarín,
que ha perdido estrepitosamente. A partir del comienzo de las hostilidades con
la corpo, inició una virulenta escalada para contrarrestar lo que entendieron
era la dictadura del poder mediático hegemónico. Inclusive la ex presidenta,
Cristina Fernández de Kirchner, equiparó la política llevada a cabo por la corpo con la
desaparición de personas durante los años terribles de la dictadura-si uno
remite a la apropiación de Papel Prensa, no está muy lejos dicha asociación-.
Esta pelea incluyó: bloqueos a los talleres de Clarín, escrache a periodistas
del grupo y grupos “amigos”, comparándolos con la apropiación de bebes y una
fulgurante y agresiva campaña para comprar medios y sumar nuevos
monopolios con el fin de contrarrestar
al gran monopolio. La ley de medios–necesaria en una sociedad democrática- fue la
nave insignia más poderosa que tuvo el gobierno con el objetivo de flamear el
discurso de la pluralidad de voces. Pluralidad que en verdad nunca se
desarrolló en la dimensión que todos hubiéramos deseado, la ley de medios se
quedó varada en la tarea de desacreditar y competir en la guerra declarada al
monopolio Clarín. Mientras que programas televisivos de escraches públicos (6/7/8,
Duro de domar y TVR) a todo aquel que discrepara con el relato fueron la
herramienta predilecta bajo la lamentable utilización de fondos públicos. La
utilización hasta el hartazgo de este recurso, se trasformó en un bumerang que terminó
paradójicamente horadando la paciencia del ciudadano de clase media y,
probablemente, haya sido uno de los factores decisivos en el advenimiento del
macrismo al poder y la derrota del gobierno. Clarín por su parte consiguió el
“pase” de su otrora enemigo declarado: Jorge Lanata, quien con su presencia en
el multimedio logró ser un elemento fundamental para la derrota del
Kirchnerismo. No digo que Jorge Lanata haya ganado las elecciones para
Cambiemos, pero su participación en el grupo terminó por torcer el brazo de la
sociedad.
El Kirchnerismo, tampoco
puede rasgarse las vestiduras con la censura, fueron muchos los periodistas que
fueron silenciados por la decisión oficial o de los medios “amigos” comunicacionales,
quienes se enriquecieron a costa de la pauta publicitaria oficial; sino
seguramente no hubieran podido desarrollarse y crecer (ficticiamente) como lo
han hecho. El desplome del grupo 23 es la prueba cabal de esta situación. La lista
de censurados por el Kirchnerismo fue más que extensa: para nombrar algunos podríamos
recordad a Nelson Castro quien con contrato vigente en radio del Plata fue
echado por la empresa electro ingeniería; vinculada a la obra pública del Kirchnerismo
y que aquí en Zárate conocemos de sobra. ¿Las razones?: seguramente la política
editorial. Luego cuando el empresario del juego vinculado al Kirchnerismo; Cristóbal
López compro sin la adecuación que exige la propia ley de medios: el grupo Hadad
(C5N-Radio 10-Blue-Infoabae, entre otros), fueron siendo echados sin
mayores explicaciones: Débora Plager,
Marcelo Longobardi, Antonio Laje. Marcelo Stupenengo. También hubo reconocidos kirchneristas
que fueron borrados del edén. A Eduardo Anguita lo congelaron en Radio Nacional
sacándolo de la primera mañana y dandole un lugar escondido en la noche por ser
un periodista con criterio ecuánime e independiente, o el bloguero Lucas Carrasco quien por burlarse del pasado de Amado Bodou en la UCEDE o cubrir
con independencia las inundaciones en La
Plata fue echado de Radio Nacional y expulsado definitivamente del edén Kirchnerista.
Además podemos recordar el caso del periodista Juan Miceli que fue echado del
noticiero de la Televisión pública por hacerle una pregunta incomoda al “pendenciero”
del cuervo Larroque. Podríamos recordar, para culminar, los casos del querido y
ya fallecido Pepe Eliaschev; echado de Nacional o los casos de Pablo Alabarces
y María Julia Oliván quienes osaron analizar en un libro el formato
“escrachador” de 6/7/8. Ambos habían sido panelistas y conductora respectivamente
de dicho programa y nunca más estuvieron en el mismo y también expulsados del edén.
Unas vez llegado al poder,
con la revolución de la alegría, los globos de colores y el club de las buenas
ondas, el macrismo ha decidido borrar cualquier vestigio de Kirchnerismo en los
medios públicos, la primera medida ha sido destruir la AFSCA, organismo que
tiene una estructura y organigrama avalado por una ley; una ley mala quizás,
injusta a lo mejor, modificable porsupuesto, pero aprobada por el congreso de
la nación. Pregunto: ¿No debió haber sido modificado por otra ley como dice la
constitución? Ha puesto al frente de toda el área de comunicación que contiene
al antiguo AFSCA al dirigente radical Oscar Aguad, a quien en Córdoba le dicen
el milico por su cercanía al torturador y asesino Luciano Benjamín Menéndez,
amo y señor del tercer cuerpo de ejército, un hombre-Aguad-perteneciente a la más
rancia derecha radical y de paso lamentable como interventor en la provincia de
Corrientes durante el gobierno de la Alianza. No abrigo muchas esperanzas que
con este nuevo esquema y los personajes que lo encabezan se garantice la
pluralidad de voces. Al frente del INCAA, una de las mejores creaciones del
Kirchnerismo, ha puesto a un hombre de Patagonik Film; es decir el grupo Clarín
y todavía no se sabe bien qué pasará con la TV Pública y Radio Nacional, pero el panorama presenta
negros nubarrones en el horizonte.
El último episodio sucedido
al comenzar esta semana, es el despido del periodista y relator deportivo Víctor
Hugo Morales de Radio Continental; un hecho en principio ajeno a la órbita
gubernamental. El periodista tras 30 años de trayectoria en la emisora donde conducía
la segunda mañana y su tradicional programa deportivo Competencia fue despedido
en vivo y en directo antes de comenzar su tradicional programa. Con él, se
fueron su productor Martin Capasso, el periodista Matías Canillán, y parte de
su equipo matinal como el humorista Adrián Stopelman y Cynthia García, una
“talibán” al servicio del Kirchnerismo duro.
El despido de Víctor Hugo ha
quedado en el medio de acusaciones cruzadas entre macristas y kirchneristas, el
relator uruguayo; quien descubrió al Kirchnerismo recién en el 2009 tras un
llamado telefónico del ex presidente Kirchner, sostiene que el despido tiene
que ver con la persecución sufrida por él por parte del grupo Clarín: “Jefe auténtico
del Presidente Macri”, según el parecer del periodista. No se ha caracterizado Víctor
Hugo en estos tiempos en ser muy solidario con otros colegas, no lo fue en los
famosos y fascistas escraches-como el que recibieron Magdalena, Fernando Bravo
y Alfredo Leuco en la puerta de la radio-ni tampoco en los despidos anteriormente
señalados, como el de Nelson Castro quien sí acaba de solidarizarse con su
compañero de la mañana radial, al igual que María O´Donnell. Lo más lamentable
del despido de Víctor Hugo, que yo creo es una voz necesaria en la radio, es fundamentalmente
el hecho que el mismo se produce en
enero cuando las radios ya tienen su temporada definida y de la forma violenta
en que se hizo sacándolo del aire de prepo y sin mayores explicaciones. Nadie
se merece un trato así. Un profesional que con su claros oscuros, su buenos
modales y educación, sus amnesias, virtudes y defectos, coherencias y contradicciones,
merece el respeto debido y fundamentalmente tener voz propia en los medios.
La discusión sobre el rol de
los medios y el periodismo, tanto públicos como privados, es una discusión que la
democracia argentina todavía no ha resuelto por lo que es indefectiblemente una
asignatura pendiente. Mientras tanto sobrevuela el fantasma de la censura, que,
como alguien dijo de la realidad, es del
color del cristal con que se la mira.
(*) NOTA PUBLICADA PREVIASMENTE EN ENLACE CRITICO