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Zárate, Buenos Aires, Argentina
Mi nombre es Luis Sellán; profesor en historia y periodista vocacional. Este es un espacio pluralista,independiente y con opinión, De politica,cultura y sociedad, un lugar donde sembrar ciudadanía.Mails y comentarios a luis.betoluis.sellan@gmail.com

sábado, 28 de mayo de 2016

UN CUENTO MIO

Comparto con mis amigos, la satisfacción de haber sido galardonado; por mi cuento Un extraño en el bar; en el 51º Concurso Internacional de Poesía y Narrativa; "Premio a la palabra", convocado por el Instituto Cultural Latinoamericano.
Les comento que de 804 participantes y 2490 trabajos, mi humilde cuentito fue seleccionado entre los primeros veinte. El próximo 18 de junio en Junín, sabré en que lugar del podio estará el cuento. Para mi, haber sido seleccionado ya es motivo de orgullo. El próximo 18 les cuento. Aquí se los dejo, espero les guste.

UN EXTRAÑO EN EL BAR




Apareció un sábado a la mañana en la vereda del bar, yo como todos los sábados llegué a las diez tras mi rutina previa de caminata y pasar por la agencia a jugar mí boleta de Quini Seis. Me siento en una mesa que, como siempre, busco que dé a la vidriera. Como de costumbre, Fredy, el mozo, me trae un cappuccino y el Clarín. Mientras empiezo a relojear el diario, observo a los protagonistas de siempre que van llegando con sus gestos grandilocuentes, sus bromas futboleras y comentarios políticos dichos con la autoridad típica de filósofos de café. El bar es una jungla donde se confunden los sonidos metálicos con los de lozas, con la música de FM, los televisores sin sonido y una runfla de fanfarrones, timberos, solitarios, embusteros, políticos de cabotaje, vendedores de dólares y levantadores de quiniela que se juntan a tejer alianzas, hacer negocios, mirar culos de pendejas, despuntar el vicio o simplemente a pasar el hastío de la rutina del fin de semana que recién comienza. Algunos parecen haber crecido allí, yo los veía sentados en las mismas mesas, tomando los mismos cortados y repitiendo las mismas consignas de filosofía barata antes que iniciara mis primeros pasos en la carrera cafetera hasta convertirme en uno de ellos.
Cuando yo llegué esa mañana al bar, ya estaba el Colorado Treviño, a quien nunca se le conoció un trabajo, dicen que vive de los alquileres que le dejaron sus viejos y que cagó al hermano. Al rato, entró el Jetón Jorge, que ahora apoya al proyecto nacional desde que consiguió un conchabo en la municipalidad, también estaba el viejo Heber, que vive su homosexualidad con nostálgico secreto y soledad, luego se llenó la mesa de los quinieleros y más tarde llegó Olguita, una octogenaria que a las once en punto siempre llega sola al bar y pide ravioles con salsa, una copa de vino y un flan con crema y trata de hablar con alguien. Siempre lo mismo, siempre los mismos. La falta de alguno de ellos es motivo de sospecha: o están presos o se murieron, como pasó con el Flaco Ramírez, a quien lo encontraron en el baño de su casa tirado en el piso, sosteniendo en la mano el cepillo de dientes con pasta, dicen que ya llevaba tres días muerto.
Esa mañana se vio alterada con la extraña presencia de ese muchacho en la vereda del bar: su aspecto harapiento, sucio y con aparentes rasgos de estar desequilibrado inquietaba a los parroquianos del lugar.
A la gente no nos gustan los pobres, huimos de ellos, no queremos que se acerquen a nuestros hijos, que se asomen a las vidrieras de los restaurantes donde comemos, cerramos las ventanillas de nuestros autos cuando se nos acercan, nos dan miedo, tenemos pavor de ser uno de ellos y, si la pobreza viene acompañada de la locura, nos da doblemente miedo, el terror de entrar en ese laberinto de alucinaciones y soledades de donde nunca se sale. Queremos esconderlos, que se queden en sus barrios, en sus guetos, en los loqueros. Una vecina de mi barrio, que pasa al lado del muchacho, tironea a su hijo y le dice: «No lo mires» y raudamente cambia la mano donde llevaba al niño.
El muchacho estaba sentado apoyado en una columna del toldo metálico del café, entre dos mesas de afuera, y miraba sin pestañar hacia adentro, no faltaron los fachos que saltaron y dijeron:
–Seguro que está drogado.
–Hay que matarlos a todos a estos negros de mierda –dijo un viejo, sentado a dos mesas de la mía.
–Seguro es de la Cámpora –agregó otro tipo, provocando la ira del Jetón Jorge, con quien casi se van a las manos.
La presencia del muchacho había generado una interrupción en la monótona paz y la armonía que caracteriza la vida del bar, donde fachos, troskos, peronistas y gorilas, kirchneristas y anti K, bosteros y gallinas se aguantan resignadamente.
¿Quién sería ese extraño muchacho? ¿De dónde sería?; del pueblo no, estábamos seguros de que no era, acá nos conocemos todos y también conocemos a los loquitos y linyeras de la ciudad, como por ejemplo a Marito, que se viste con las ropas de su madre y toma mates imaginarios por la calle, o el eterno Berto, un linyera todo mugriento que vive en un zanjón debajo de las vías del Mitre, de quien dicen que años atrás los obreros ferroviarios le gritaban un ofensivo: «Chivoooo», a lo que él respondía con un lapidario: «¡Váyanse a la mierda, esclavos del humo!». Con el tiempo fue perdiendo la lucidez y hoy recorre las calles del pueblo ensimismado en su mundo, balbuceando sin parar palabras inentendibles, como un idioma bárbaro que él solo entiende. Un amigo lo rebautizó como Alcuino, aquel personaje de El nombre de la rosa que hablaba todos los idiomas y ninguno.
Yo traté de concentrarme en el Clarín mientras tomaba el último sorbo de cappuccino, pero… de repente un inquietante silencio pareció apoderarse de todo el bar, lo que provocó mi distracción e hizo que dejara mi lectura y mirase hacia la ventana. El muchacho se había levantado y venía decidido a entrar al local, todos mirábamos con inquietud esa extraña presencia. Fredy se quedó instalado en el medio del salón esperando instrucciones del encargado, el joven abrió la puerta e ingresó, miró para todos lados pero especialmente pareció que se detuvo en mí, lo que me hizo bajar la mirada ante el temor de que se acercara o me preguntase algo; sin embargo, se acercó al mozo y le pidió permiso para pasar al baño.
–Al fondo a la derecha –le dijo Fredy y se dirigió hacia allí.
Un silencio y las miradas fijas en el muchacho marcaron el centro de la escena en ese momento, los comentarios en todas las mesas eran: ¿quién sería ese harapiento y mugriento joven?, ¿de dónde sería este loquito?, ¿qué querría en nuestro bar? El viejo Heber les sugirió al mozo y al encargado simultáneamente que vayan a la puerta del baño:
–A ver si hace un desastre –insistió. El mozo fue hacia allí y se quedó pispiando en la puerta, el encargado dejó el mostrador y salió hacia la calle para ver si veía a los de la policía local, por las dudas.
El Colorado Treviño aseguró tajantemente, como solía hacerlo siempre sin el más mínimo fundamento:
–Este es uno de los negros de la villa 31, que trajo el intendente a cambio de las obras de cloacas.
–Andate a la puta madre que te parió, Colorado –saltó el Jetón Jorge, quien además le recordó lo de su hermano.
El Colorado Treviño no se quedó atrás y lo trató de ñoqui y de parásito, estuvieron a punto de agarrarse a piñas si no fuera por el encargado –quien había vuelto de la calle–, que los separó. Nunca nadie le había dicho semejante cosa a Treviño aunque todo el mundo lo decía por debajo.
–A estos negros habría que echarlos del pueblo –dijo, el viejo Heber a un tipo de al lado.
–Callate, viejo bufarrón, justo vos que andás levantando pibes de la villa con el auto –le gritó uno que estaba sentado en la mesa de los quinieleros.
El viejo Heber, enfurecido y rojo de odio y vergüenza, se levantó y sin dejar de mirarlos amenazantemente se fue del bar. A él tampoco nadie jamás le había dicho lo que todo el pueblo murmuraba y que nadie había comprobado nunca. En verdad, la presencia de este muchacho había roto el principio básicamente pueblerino de que hay asuntos sobre los cuales no se habla, solo se murmuran, se cree saberlos. Yo no quería darme vuelta porque atrás de mí tenía a Olguita, que seguro iba a aprovechar la ocasión para hablarme, pero la escuchaba decir que debían llevarlo a un hospital:
–Pobre hijo, para hacerlo ver.
Después de todo, fue la única que tuvo un gesto de piedad.
Al rato, el silencio volvió a apoderarse del bar, los murmullos y elucubraciones se acallaron abruptamente, vimos a Fredy volviendo rápido, tratando de que el chico no lo viese, atrás venía el muchacho, quien se sentó en una mesa cercana a la mía.
El mozo se acercó al joven y le preguntó irónicamente:
–¿Desea algo, caballero?
–Sí, un café con leche, tostadas con manteca y dulce de leche –contestó el muchacho, generando la expectativa de todo el bar, mientras me miró y esbozó una sonrisa. Yo torpemente hice como que volvía a leer el diario.
Fredy fue hacia el mostrador y habló con el encargado un buen rato. Luego volvió a la mesa del muchacho, a quien le preguntó:
–¿Vos tenés plata? Mirá que sale 45 pesos.
–Claro que tengo plata, ¡no me voy a sentar en una mesa si no tengo! –contestó con total lucidez.
El mozo volvió a hablar con el encargado –casi discutiendo– y, retornando a la mesa, le dijo al muchacho, que ya demostraba cierta impaciencia.
–Te voy a tener que cobrar antes, pibe, ¿estás seguro de que tenés plata? –volvió a preguntar con vergüenza ya a esa altura el pobre Fredy.
–Claro que sí, ¡tengo toda la plata del mundo, CABALLERO!, ¿me vas a traer lo que te pedí? –dijo fastidiado el joven.
Pasado un tiempo bastante prolongado –quizás porque tenían la esperanza de que se fuera–, el mozo volvió con el pedido y se quedó esperando el pago, el joven lo miró y sacó del sucio bolsillo de su desgreñada campera 50 pesos, de donde además se escaparon papeles que cayeron al piso y un pestilente pañuelo todo arrugado que denotaba varios días de uso, el cual apoyó en la mesa. Extendió la mano luego, esperando el vuelto y mirando al mozo de forma desafiante. El joven comió las tostadas y tomó el café con desenfreno, se limpió la boca y lanzó un fuerte eructo que hizo dar vuelta a todo el bar, que de a poco parecía retomar su normalidad. Se levantó mirándome fijamente, empezando a caminar hacia mi mesa, yo empecé a sudar, no quería que bajo ningún punto de vista me hablase, pero el joven vino a hablarme, se paró delante de mí, se puso la mano izquierda en el costado derecho de su boca como quien dice un secreto y, hablándome a dos centímetros de mi nariz y escupiéndome, me dijo:
–Yo a este bar no vuelvo más, están todos locos. –Y se fue rumbo a la calle.
No habrían pasado dos minutos y escuchamos un disparo, afuera la gente corría y había gritos de mujeres y de niños. Todo el bar salió expulsado hacia la vereda, corrimos hasta la esquina donde había un remolino de gente y, cuando llegamos, allí estaba el pibe tirado en el piso, vomitando sangre y su último aliento de vida. Frente a él, parado y tembloroso se encontraba un estúpido agente de la policía local sosteniendo un arma y balbuceando sin parar:
–No lo quise matar… Dijeron que era peligroso y que estaba haciendo lío en un bar…, que estaba drogado… No lo quise matar…, no lo quise matar –repetía sin dejar de apuntar con el arma hacia la nada, bueno, en verdad, hacia todos nosotros, que estábamos allí.
Alguna gente aplaudía al imbécil agente:
–Esta es la policía que necesitamos: ¡a estos negros de mierda hay que matarlos a todos! –dijo una mujer muy pintarrajeada y quien lucía un brillante crucifijo en el pecho.
Otros querían linchar al asesino y lo insultaban, Treviño me miró y me dijo:
–No era para tanto, pobre pibe.
El Jetón Jorge se escabulló entre la gente que se había juntado en la esquina.
–Debe tener miedo a que lo identifiquen con la municipalidad y lo asocien con el poli –dijo uno de los quinieleros con razón. Mientras que Olguita se arrodilló frente al cuerpo del desgraciado pibe, sacó un rosario y empezó a rezar.
Al rato llegaron la policía y una ambulancia, la gente empezó a dispersarse, el muchacho ya estaba muerto y al frustrado “cana” se lo llevaron en un patrullero.
Yo también me escabullí: no vaya a ser cosa que me llamen a declarar y esas cosas insoportables, pensé. Por un tiempo, no creo que me den ganas de volver a ese bar de locos.


miércoles, 13 de enero de 2016

DESDE EL MIRADOR: EL CRISTAL DE LA CENSURA(*)



POR LUIS SELLÁN

“No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo”.
Voltaire



Es verdad, el Kirchnerismo no tiene mucha autoridad moral y ética para reclamar pluralidad de voces y denunciar censuras. Sobre todo a partir del inicio de su guerra personal con el grupo Clarín, que ha perdido estrepitosamente. A partir del comienzo de las hostilidades con la corpo, inició una virulenta escalada para contrarrestar lo que entendieron era la dictadura del poder mediático hegemónico. Inclusive la ex presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, equiparó  la política llevada a cabo por la corpo con la desaparición de personas durante los años terribles de la dictadura-si uno remite a la apropiación de Papel Prensa, no está muy lejos dicha asociación-. Esta pelea incluyó: bloqueos a los talleres de Clarín, escrache a periodistas del grupo y grupos “amigos”, comparándolos con la apropiación de bebes y una fulgurante y agresiva campaña para comprar medios y sumar nuevos monopolios  con el fin de contrarrestar al gran monopolio. La ley de medios–necesaria en una sociedad democrática- fue la nave insignia más poderosa que tuvo el gobierno con el objetivo de flamear el discurso de la pluralidad de voces. Pluralidad que en verdad nunca se desarrolló en la dimensión que todos hubiéramos deseado, la ley de medios se quedó varada en la tarea de desacreditar y competir en la guerra declarada al monopolio Clarín. Mientras que programas televisivos de escraches públicos (6/7/8, Duro de domar y TVR) a todo aquel que discrepara con el relato fueron la herramienta predilecta bajo la lamentable utilización de fondos públicos. La utilización hasta el hartazgo de este recurso, se trasformó en un bumerang que terminó paradójicamente horadando la paciencia del ciudadano de clase media y, probablemente, haya sido uno de los factores decisivos en el advenimiento del macrismo al poder y la derrota del gobierno. Clarín por su parte consiguió el “pase” de su otrora enemigo declarado: Jorge Lanata, quien con su presencia en el multimedio logró ser un elemento fundamental para la derrota del Kirchnerismo. No digo que Jorge Lanata haya ganado las elecciones para Cambiemos, pero su participación en el grupo terminó por torcer el brazo de la sociedad.
El Kirchnerismo, tampoco puede rasgarse las vestiduras con la censura, fueron muchos los periodistas que fueron silenciados por la decisión oficial o de los medios “amigos” comunicacionales, quienes se enriquecieron a costa de la pauta publicitaria oficial; sino seguramente no hubieran podido desarrollarse y crecer (ficticiamente) como lo han hecho. El desplome del grupo 23 es la prueba cabal de esta situación. La lista de censurados por el Kirchnerismo fue más que extensa: para nombrar algunos podríamos recordad a Nelson Castro quien con contrato vigente en radio del Plata fue echado por la empresa electro ingeniería; vinculada a la obra pública del Kirchnerismo y que aquí en Zárate conocemos de sobra. ¿Las razones?: seguramente la política editorial. Luego cuando el empresario del juego vinculado al Kirchnerismo; Cristóbal López compro sin la adecuación que exige la propia ley de medios: el grupo Hadad (C5N-Radio 10-Blue-Infoabae, entre otros), fueron siendo echados sin mayores  explicaciones: Débora Plager, Marcelo Longobardi, Antonio Laje. Marcelo Stupenengo. También hubo reconocidos kirchneristas que fueron borrados del edén. A Eduardo Anguita lo congelaron en Radio Nacional sacándolo de la primera mañana y dandole un lugar escondido en la noche por ser un periodista con criterio ecuánime e independiente, o el bloguero  Lucas Carrasco quien por burlarse  del pasado de Amado Bodou en la UCEDE o cubrir con independencia las inundaciones  en La Plata fue echado de Radio Nacional y expulsado definitivamente del edén Kirchnerista. Además podemos recordar el caso del periodista Juan Miceli que fue echado del noticiero de la Televisión pública por hacerle una pregunta incomoda al “pendenciero” del cuervo Larroque. Podríamos recordar, para culminar, los casos del querido y ya fallecido Pepe Eliaschev; echado de Nacional o los casos de Pablo Alabarces y María Julia Oliván quienes osaron analizar en un libro el formato “escrachador” de 6/7/8. Ambos habían sido panelistas y conductora respectivamente de dicho programa y nunca más estuvieron en el mismo  y también expulsados del edén.
Unas vez llegado al poder, con la revolución de la alegría, los globos de colores y el club de las buenas ondas, el macrismo ha decidido borrar cualquier vestigio de Kirchnerismo en los medios públicos, la primera medida ha sido destruir la AFSCA, organismo que tiene una estructura y organigrama avalado por una ley; una ley mala quizás, injusta a lo mejor, modificable porsupuesto, pero aprobada por el congreso de la nación. Pregunto: ¿No debió haber sido modificado por otra ley como dice la constitución? Ha puesto al frente de toda el área de comunicación que contiene al antiguo AFSCA al dirigente radical Oscar Aguad, a quien en Córdoba le dicen el milico por su cercanía al torturador y asesino Luciano Benjamín Menéndez, amo y señor del tercer cuerpo de ejército, un hombre-Aguad-perteneciente a la más rancia derecha radical y de paso lamentable como interventor en la provincia de Corrientes durante el gobierno de la Alianza. No abrigo muchas esperanzas que con este nuevo esquema y los personajes que lo encabezan se garantice la pluralidad de voces. Al frente del INCAA, una de las mejores creaciones del Kirchnerismo, ha puesto a un hombre de Patagonik Film; es decir el grupo Clarín y todavía no se sabe bien qué pasará con la TV Pública y  Radio Nacional, pero el panorama presenta negros nubarrones en el horizonte.
El último episodio sucedido al comenzar esta semana, es el despido del periodista y relator deportivo Víctor Hugo Morales de Radio Continental; un hecho en principio ajeno a la órbita gubernamental. El periodista tras 30 años de trayectoria en la emisora donde conducía la segunda mañana y su tradicional programa deportivo Competencia fue despedido en vivo y en directo antes de comenzar su tradicional programa. Con él, se fueron su productor Martin Capasso, el periodista Matías Canillán, y parte de su equipo matinal como el humorista Adrián Stopelman y Cynthia García, una “talibán” al servicio del Kirchnerismo duro.
El despido de Víctor Hugo ha quedado en el medio de acusaciones cruzadas entre macristas y kirchneristas, el relator uruguayo; quien descubrió al Kirchnerismo recién en el 2009 tras un llamado telefónico del ex presidente Kirchner, sostiene que el despido tiene que ver con la persecución sufrida por él por parte del grupo Clarín: “Jefe auténtico del Presidente Macri”, según el parecer del periodista. No se ha caracterizado Víctor Hugo en estos tiempos en ser muy solidario con otros colegas, no lo fue en los famosos y fascistas escraches-como el que recibieron Magdalena, Fernando Bravo y Alfredo Leuco en la puerta de la radio-ni tampoco en los despidos anteriormente señalados, como el de Nelson Castro quien sí acaba de solidarizarse con su compañero de la mañana radial, al igual que María O´Donnell. Lo más lamentable del despido de Víctor Hugo, que yo creo es una voz necesaria en la radio, es fundamentalmente el hecho que el mismo  se produce en enero cuando las radios ya tienen su temporada definida y de la forma violenta en que se hizo sacándolo del aire de prepo y sin mayores explicaciones. Nadie se merece un trato así. Un profesional que con su claros oscuros, su buenos modales y educación, sus amnesias, virtudes y defectos, coherencias y contradicciones, merece el respeto debido y fundamentalmente tener voz propia en los medios.
La discusión sobre el rol de los medios y el periodismo, tanto públicos como privados, es una discusión que la democracia argentina todavía no ha resuelto por lo que es indefectiblemente una asignatura pendiente. Mientras tanto sobrevuela el fantasma de la censura, que, como alguien dijo de  la realidad, es del color del cristal con que se la mira.
(*) NOTA PUBLICADA PREVIASMENTE EN ENLACE CRITICO

sábado, 19 de diciembre de 2015

UN CUENTO MIO: LLEGADA TARDE(*)



 POR: LUIS SELLÁN


Otra vez me quedé dormido y llegaré tarde al colegio, y otra vez me encontraré con la cara de la Bernárdez cerrándome la puerta en la cara y pidiendo el cuaderno de comunicaciones para poner la media falta. Así que salgo tratando de no hacer ruido en casa y empiezo a caminar por la avenida, esta empieza a tomar el color, los olores y el sonido de todas las mañanas, en el otoño estas son frescas, los colores ocres y amarillos se conjugan con el sonido crocante de las hojas secas en la vereda ante mis pisadas, pero confundiéndose penosamente con el ruido de los autos.

 Antes de doblar la esquina y tomar la calle de la escuela, pienso en las materias del día, primero tenemos historia con la “acuarela” Rodríguez, le decimos así porque mientras nos explica las causas de la revolución de mayo se maquilla delante de nosotros pintándose los labios poniéndose colorete en las mejillas, rímel en las pestañas, peinándose. Yo la entiendo pobre, se debe quedar dormida también. Luego en las últimas horas tenemos física con la petisa Tupone, a quien le decimos obviamente la putone. Camino unos metros por la calle que debería ser la del colegio y de repente noto que estoy haciéndolo por un lugar desconocido. A esa altura debería estar escuchando el gong del reloj de la municipalidad, sin embargo las calles de la ciudad se han convertido en un inmenso y pestilente lodazal, los carruajes pasan al lado mío teniéndome que correr porque me pueden llegar a aplastar llenándome de barro y de mierda, el olor a vísceras de animales muertos me produce repugnancia, a pesar del miedo y del asco que la situación me provoca llego a la plaza mayor, allí una manifestación de hombres y unas pocas mujeres parece iniciarse, todos pugnan por entra al edificio que se erige sobre una recova. Los hombres pelean  por entrar al mismo, algunos parecen tener un permiso especial, una invitación para  hacerlo, sin embargo otros son detenidos por una especie de piqueteros que al primer disturbio sacuden a machetazos a los que intentan entrar sin permiso-“esta es una revolución carajo”-, dicen algunos de los piqueteros, yo increíblemente me cuelo por un resquicio que me permite la multitud y aunque creo que en verdad no me ven, ingreso al edificio. Allí en un salón grande unos hombres con levita discuten pasionalmente sobre el futuro, la revolución y la patria. Un obispo dice que oponerse a España es como hacerlo contra la santa madre iglesia. El gentío que sigue entrando sin orden me empuja hacia otro salón, allí encuentro un pasadizo que me devuelve al exterior, ahí otros hombres: negros, gauchos, indios parecen no entender-o quizás entienden demasiado- lo que está pasando del otro lado, siguen enfrascados en su pobreza de hombres miserables y excluidos, comiendo ratas y conviviendo con la inmundicia. El olor sí es el mismo del otro lado, las calles son pestilentes, ruinosas, la ciudad parece terminar allí en la plaza mayor y en el puerto lleno de mercancías que se disputan comerciantes ingleses y porteños, lo demás es pura desolación, parece poco creíble que allí vaya a suceder algo importante, que ahí se esté pergeñando una revolución, el nacimiento de una patria.
A lo lejos veo un túnel, por curiosidad aunque con mucho miedo me voy hacia él, empiezo mi camino por el mismo y me vienen imágenes que alguna vez vi o sobre las cuales me contaron, mientras un repugnante olor a sangre derramada acompaña mi viaje de una inmensa soledad.
Por suerte el túnel llega a su fin, una luz me encandila al principio pero cuando recompongo mi visión,  salgo a la plaza, a la plaza que está enfrente de mí escuela, miro el reloj de la municipalidad que marca las ocho menos veinte, apuro el paso sabiendo que ya llego tarde e ingreso al colegio. Llego hasta el aula y ahí está Verónica, la preceptora, que me recibe y me agradece mi presencia con  una sonrisa de alivio cómplice. Me quedo parado esperando que alguien se dé cuenta que yo estoy ahí, la pequeña María Claudia es la primera  que se aviva y me dice:
-Hola, profe-, mientras se sientan en sus bancos les digo:
-Disculpen la tardanza-...Pensando para mí: Otra vez me quedé dormido.

 (*)Este cuento fue seleccionado por Editorial Dunken, dentro del programa ROI(REGISTRO DE OBRAS INÉDITAS) y compilado, junto con otros 82 relatos por la escritora Florencia Estevez, bajo el titulo: "Lo que quieras decir".

lunes, 7 de diciembre de 2015

CINE: DOS DÍAS Y UNA NOCHE

 Por:LUIS SELLÁN

Sandra, una mujer que acaba de salir de una depresión se ve ante la encrucijada de pedirle a sus compañeros que renuncien a un bono extra de 1000 Euros, así ella puede conservar su trabajo.A partir de su desesperado derrotero, durante un fin de semana, subyacen las más diversas expresiones de la condición humana, donde se conjugan: el egoismo, la solidaridad-o falta de ella- la extorsión en el el mundo del trabajo, y la lucha por sobrevivir en la sociedad capitalista posmoderna, con un final digno de reflexión.Muy buena.
Escrita y dirigida por los Jean-Pierre Dardenne y Luc Dardenne. Los actores son Marion Cotillard, Fabrizio Rongione, Catherine Salée, Olivier Gourmet, Christelle Cornil.  
Fecha de estreno: 21 de mayo de 2014 (Francia)


LUIS SELLÁN