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Zárate, Buenos Aires, Argentina
Mi nombre es Luis Sellán; profesor en historia y periodista vocacional. Este es un espacio pluralista,independiente y con opinión, De politica,cultura y sociedad, un lugar donde sembrar ciudadanía.Mails y comentarios a luis.betoluis.sellan@gmail.com

domingo, 17 de noviembre de 2013

OTRA MIRADA

LA ANGUSTIOSA BÚSQUEDA DE LA SEGURIDAD 

Por: Licenciada Alicia Torres
 



  
     Abordo la siguiente reflexión en principio como un reconocimiento de que la inseguridad es hoy una de las preocupaciones centrales en nuestra sociedad y que por tal motivo ha ocupado un lugar relevante en la campaña de los candidatos de las últimas elecciones. La inseguridad, no ha merecido, a mi entender, el tratamiento que la complejidad del tema requiere por cuanto no se ha tomado en cuenta el contexto histórico en el que tiene lugar, es decir las condiciones económico – sociales que constituyen la base material en la que la problemática se asienta. 
     De modo que, las siguientes reflexiones que realizo, parten de la necesidad de analizar el problema teniendo presente en principio que la llamada inseguridad que suele estar vinculada sólo a los delitos interpersonales, omite tener presente el hecho de que en verdad se trata de un fenómeno social mucho más amplio y complejo y que como tal debe de ser analizado.
Creo importante señalar que las conductas delictuales sufrieron una transformación a partir de la implementación de las políticas neoliberales y esto se advierte en el significativo aumento de los delitos interpersonales en detrimento de la conflictividad que antes tenía lugar entre partidos, grupos políticos o sectores sociales. Es precisamente este aumento del delito interpersonal el que lleva a la búsqueda de soluciones inmediatas, generalmente de carácter represivo, que evitan los razonamientos más complejos que puedan dar cuenta de las múltiples causas que dan origen a la problemática de la inseguridad.
Entiendo que existe una representación social del delito y del delincuente que de algún modo se construye a partir de la selección y amplificación que los medios de comunicación hacen tomando casos ejemplares y que es de estas representaciones de las que se nutre el miedo. Existe un recorte de la realidad que instala un tipo de delincuencia que es percibida como amenazante, peligrosa, asociada generalmente con la pobreza, con la marginalidad, con la drogadicción y que excluye  a aquella vinculada al poder económico, al poder político, al crimen organizado. Lo que sucede entonces es que hay una mirada parcial del problema y una superficialidad en la manera de encarar el tratamiento de la inseguridad, por lo que se termina mostrando que los actos delictivos son producto de la acción de algunos sectores y no de otros.
    Quiero empezar la reflexión tomando como punto de partida los conceptos del sociólogo Juan Pegoraro porque resulta centrales para comprender el orden social en el que vivimos y la función que cumplen para dicho orden : el Derecho Penal, la ley y los castigos. Parto entonces de la idea de que lo que aceptamos “naturalmente” como orden social, nada tiene que ver con la naturaleza de los hombres porque dicho orden social es absolutamente “artificial”.     
  El planteo de Pegoraro es una mirada crítica a la idea de sociedad descripta por el pensamiento sociológico clásico que se nutre del pensamiento de Durkheim y que propone una sociedad naturalmente armónica, solidaria, en la que el delito sólo es una conducta excepcional que ataca los lazos sociales. Partiendo de esta idea de sociedad, se piensa que el Derecho es el que plasma aquello que “debe ser” y por lo tanto el que refleja lo que en realidad es la conciencia colectiva.
 Pegoraro señala que existe una idealización en esta idea de sociedad con conciencia colectiva, con conciencia moral, porque el delito lejos de ser un hecho excepcional, es un hecho constitutivo de la estructura social. Es decir que, esta sociedad además de tener sentimientos y valores morales, también tiene necesidades y esas necesidades también contribuyen a mantener el lazo social, lazo social que no significa que no existan contradicciones y tensiones.                                                                       
       


Un grafiti en nuestra ciudad que parece decirlo todo


Pegoraro observa que las Ciencias Sociales han omitido considerar este planteo y señala: “…propongo como hipótesis que la omisión de la Teoría Sociológica de integrar los delitos en el seno de la estructura social se explica en gran medida porque ella nació y se desarrolló como propuesta de orden y progreso, de racionalidad y de modernidad, de organicismo social, donde el delito sería reducido por la ley y por la difundida moral ciudadana a expresiones patológicas o de alguna irracionalidad contingente y por lo tanto a ser sólo un aspecto tumoral de la vida social”.
La ciencia criminológica también ha abonado la idea de que los delincuentes son una minoría y que tienen particularidades diferentes al resto de la sociedad. Esto implica que no tiene en cuenta que además de existe el hecho de violar una norma, el delito implica también la intervención de instituciones que están integradas por personas que interpretan la norma y la aplican o no según lo juzgan necesario. Así es que esta Ciencia desde el SXIX se ha presentado como funcional a un poder que necesita de ella para justificar un determinado orden social, aceptando que determinados delitos sean perseguidos mientras otros son aceptados.
                                                                                                                                 
Para poder llegar a esta interesante mirada propuesta por Pegoraro se hace necesario hacer un recorrido que nos permita entender cómo se construye la idea de pena, de Ley y de castigo.
Si uno se limita a considerar lo que significa “castigar” exclusivamente desde un planteo jurídico, sólo se ve el vínculo lineal, casi automático, que plantea: “a tal delito, le corresponde tal castigo”, pero si se piensa la complejidad del fenómeno y se analizan las múltiples variables que intervienen, este vínculo  delito – castigo  puede entonces  entenderse dentro de un orden social impuesto, que responde a intereses de estamentos – clases – grupos sociales, tanto poderosos como débiles y puede comprenderse además,  cómo los grupos dominantes construyen el concepto de “delito” determinando no sólo qué es “delito” sino qué castigo le corresponde en cada caso.
Es necesario comprender que la idea de un orden social se construye pensando que se trata de un acto libre y voluntarioso de los hombres quienes deciden constituir la sociedad y que es con el Renacimiento que se inicia un proceso de secularización que instala este discurso del pacto social para justificar que el poder ya no deviene de Dios y que tiene su origen y su legitimidad en ese acuerdo que los hombres hacen para vivir en sociedad.
     Por otra parte, el sistema penal no es producto de un proceso natural porque a partir de la confrontación  de relaciones de fuerzas, de guerras, es que surge la Ley.
      La derrota militar del poder del cristianismo católico es la que provoca que la justicia divina sea desplazada  y el “pecado” deje su  lugar al “delito”; delito que será tipificado por la Ley. Es este Estado “triunfante” el que tiene el monopolio del poder de castigar, el dictado de la Ley y la tributación.
Michael Foucault dice: “la guerra presidió el nacimiento de los Estados: el derecho, la paz, las leyes, nacieron en la sangre y el fango de las batallas…Pero con ello no hay que entender batallas ideales, rivalidades como las que imaginan los filósofos o los juristas, no se trata de una especie de salvajismo teórico. La ley no nace de la naturaleza junto a los manantiales que frecuentan los primeros pastores, la ley nace de las batallas reales, de las victorias, de las masacres, de las conquistas que tienen su fecha y sus héroes de horror. La Ley nace de las ciudades incendiadas, de las tierras devastadas, surge como los famosos inocentes que agonizan mientras nace el día”. “… contrariamente a lo que sostiene la teoría filosófica jurídica, el poder político no comienza cuando cesa la guerra. La organización, la estructura jurídica del Poder, de los Estados, de las Monarquías, de las sociedades, no se inicia cuando cesa el fragor de las armas. La guerra no está conjurada”. 
 Sin embargo, es más cómodo o tal vez más tranquilizador, pensar la sociedad como una construcción natural sin analizar que detrás de ese pensamiento hay un encubrimiento de la realidad histórica que nos muestra una sociedad que está lejos de ser producto de la buena voluntad de los hombres.
       Lo que existe entonces, es un orden social impuesto desde un Estado que pone en funcionamiento todo un dispositivo de poder producido a partir del ejercicio de la fuerza o la violencia y que a partir de ser conquistado necesita además ser reproducido. Es por eso que un discurso del orden y un imaginario social son necesarios para construir legitimidad de ese poder de castigar.
Max Weber señala “la construcción de un poder que expropia el uso de la fuerza física a otros poderes autónomos y monopoliza legítimamente en un territorio ese uso de la fuerza que suma al monopolio de dictar la ley y de la tributación; este proceso se objetiva en el Estado Moderno, una asociación de dominio de tipo institucional”.
 Ese discurso del orden se plasma en la política penal apelando a un discurso para poder perseguir determinados delitos que en realidad más que constituir un peligro para el orden social, importan a la opinión pública. El discurso del orden se constituye en el espacio de la Ley. Es a partir de ella que se produce la obediencia y el control social sancionando las conductas contrarias a lo que es considerado deseable para la sociedad. Pero como fuerza y Ley no alcanzan es necesario un imaginario social para el funcionamiento y reproducción del poder, imaginario que involucra símbolos, prácticas, ceremonias, valores, ideologías, “relatos”, y que hace que el poder sea inscripto en el espíritu de los hombres.
Ahora bien, es preciso señalar que no es el Derecho Penal que surge con el capitalismo, el que funda la sociedad, y por consiguiente el orden, porque ese orden ya existe en las sociedades pre capitalistas. El Código Penal vino en realidad a reforzar ese orden ya existente.
 Durkheim para poder comprender que no es el Derecho Penal represivo el que funda la sociedad hace referencia a la solidaridad orgánica de las sociedades premodernas y dice  “esas sociedades se sostenían por el derecho civil, comercial, administrativo, es decir por un derecho restitutivo”.
El Código Civil ya garantizaba el orden, administrando así las diferencias, las desigualdades, las jerarquías y es el Código Penal el que refuerza ese orden civil y legitima los castigos que “protegen” y “reproducen” un orden social determinado. Detrás de una aparente preservación de la moral, las buenas costumbres, la igualdad, lo que se pretende es asegurar un orden de desigualdades, de jerarquías.”
 La llegada de la modernidad trae una nueva racionalidad instrumental que destruye aquellas estructuras premodernas y junto con ellas las convicciones y lealtades. Se imponen nuevas reglas de juego, conductas correctas que ubican a los individuos en su “nicho” apropiado. Esta modernidad llega a dominar la totalidad de la vida humana.
Thomas Hobbes señala “no es cierto que exista naturalmente un instinto gregario fraternal que lleve a los hombres a asociarse y a buscar el bien común”. “… La causa del miedo mutuo se debe en parte a la igualdad natural de los hombres y en parte a la voluntad que tienen de hacerse daño mutuamente. La mano que empuña la espada de la guerra es la misma que empuña la espada de la Ley y por lo tanto de la justicia”.
La invención de la imprenta que en el SXV permite la difusión de la obra de Lutero y de las ideas reformistas que promueven la libre lectura e interpretación de la Biblia, da lugar al avance de un individualismo “peligroso” que debía ser contrarrestado. Hobbes lo hace desde su Leviatán, es decir desde este Estado que tiene ahora el monopolio del poder, que está guiado por la razón y que desplaza a la religión dando lugar a lo secular, al Príncipe, al Rey, al Estado. Profundas transformaciones económicas y sociales  van desplazando las tradiciones y costumbres características de la vida rural y campesina, dando origen a un nuevo orden social.
Hasta el Siglo XVI lo que se gobernaba era el territorio y por ende quienes lo poblaban. Recién a fines del S XVI lo que se empiezan a gobernar son los hombres, hombres que están en relación con otro. Aparece la preocupación acerca de cómo gobernar y esto significa: quién gobierna, de qué manera y a quiénes. Es decir que el ejercicio del poder supondrá una racionalidad que involucra no sólo al Gobierno del Estado, sino al Gobierno de la casa y de sí mismo y es por ello que la familia empieza a ser un modelo de Gobierno.
La Ley comienza a necesitar además  tácticas y técnicas para poder ser aceptada.
     La idea de una Ley de carácter Universal y Moral presentada como un imperativo categórico (concepto planteado por Kant) y al mismo tiempo el modelo de Contrato Social y la teoría Clásica del Derecho de Beccaria expresan los fundamentos para poder explicar el Estado y el Orden Social.
La Ley aparece entonces como algo abstracto, formal y el delito como algo antijurídico que no considera al delincuente sino que impone matemáticamente una pena proporcional a la falta cometida. Pero esta necesidad de someterse a la Ley presenta la paradoja de que los hombres son libres e iguales, de manera que el sometimiento debe realizarse de modo que parezca natural y no impuesto. De manera que pronto se vería la insuficiencia de esta manera abstracta de plantear el delito y en consecuencia la pena, y se plantea la necesidad de lograr la internalización de la Ley; internalización que se realiza a través de la familia, que pasa a ser una herramienta de gobernabilidad en el siglo XIX.
Se hace entonces necesario que este imperativo categórico que me lleva  a actuar conforme a las normas, sea internalizado. Dicha internalización debe ser natural y por ello necesita ocultar la verdad de que no existe tal pacto social por el que naturalmente los hombres deciden formar la sociedad, es decir que necesita encubrir que lo que en realidad existe es el uso de la fuerza. Es por eso que la aceptación de la Ley necesita de la persuasión.   
Se ve ya que existe una contradicción en este planteo porque por un lado se habla de sujetos que son libres pero que al mismo tiempo deben someterse a la Ley y que por ello necesitan internalizarla. La familia es el vehículo para lograrlo. Lo femenino pasa a ser el lugar de la abnegación, el padre el portador de la ley y el niño  la matriz del adulto normal.
En este proceso la medicina tiene un lugar central a partir del momento en que el Estado además de controlar la economía, la guerra, la justicia, empieza a controlar la salud de la población. El cuerpo pasa a ser una realidad biopolítica en la medida que es fuerza de trabajo. Esta medicina no solo cura sino que además interviene en el trazado de calles, plazas, arquitectura de casas y edificios, recupera los desviados. Para lograr su dominio se sirve  de instituciones estatales y privadas. Nacen las prisiones y manicomios para alojar a quienes constituyen un peligro para el cumplimiento del Contrato Social y el alienismo como técnica hospitalaria desarrolla una precisa distribución del espacio clasificándolo según los grandes síndromes.
Los conceptos “normal” y “patológico” son centrales para comprender las acciones que desde instituciones estatales y privadas se desarrollan en procura de lograr la gobernabilidad de la población. Al sentido, la función del  hospital es central dejando de ser aquella institución de carácter jurídico del SXVII para transformarse en una de carácter médico. El “alienismo” se convierte en la técnica hospitalaria a partir del aislamiento del enfermo, de la cuadriculación del espacio hospitalario en función de los grandes síndromes, de la clasificación de enfermedades. Todo un conjunto de dispositivos destinados a preservar el orden social. Se hace a la familia, responsable de la enfermedad y se considera que es el orden familiar el que falló y que por lo tanto debe ser reconstruido para el orden social.
Loco – contraventor – criminal – enfermo son problemas sociales que atentan contra el Pacto Social y deben ser aislados. Este “tratamiento moral” se propone reconstruir a quienes no han podido internalizar la Ley, tratando de recuperarlo para el Pacto Social. Se trata de un modelo correccional que pone el foco en el delito, la locura o el contraventor, que copia el tratamiento psiquiátrico de los manicomios para el tratamiento penitenciario.
Los siglos XIX y XX  proponen la defensa social, es decir que lo que cuenta es la peligrosidad social del sujeto. Se busca la reinserción social. El modelo correccional pone el foco en la forma de ser del delincuente, el loco o el contraventor. Se trata de prevenir la reincidencia o recaída en la locura.
Entre los años 1930 – 1950, el llamado higienismo, un modelo médico y correccional implementa estrategias de control en espacios abiertos, parques, casas, controlando accesos férreos, marítimos, fluviales y tiene a la educación como herramienta esencial. Con posterioridad a la 2º Guerra Mundial se pone en cuestión este modelo y las transformaciones sociales – económicas producto de la emergencia de un nuevo paradigma productivo proponen nuevas tecnologías de poder, nuevas formas de Gobernabilidad.
A partir de la década del 70` un nuevo paradigma productivo desplaza el consumo de masas dando lugar a un consumo diversificado. La globalización requiere sistemas de producción, modos de circulación y de consumo  homogéneos, que involucran a los medios masivos de comunicación y al marketing como elementos fundamentales. La concentración de los capitales aumenta el poder de las empresas que adquieren la forma de empresas medianas, con menos trabajadores lo que además da lugar a la flexibilización laboral.  El Estado ya no se muestra como arbitrando los conflictos de la sociedad civil sino que Estado – Sociedad Civil  junto a grandes empresas conforman una red que funciona articuladamente.
La Ley entonces pierde su carácter universal, trascendente y se transforma en una herramienta al servicio de ese entramado de relaciones establecidas entre Estado – Sociedad Civil y empresas.
Estas transformaciones económicas impactan sin duda en la estructura social y producen modificaciones en la manera de ejercer el poder. Este poder deja de ser individualizante, ya no se aplican técnicas de medicalización para disciplinar a la sociedad porque existen nuevas técnicas como la estadística de la población. Lo que interesa es conocer, controlar a los grupos socialmente peligrosos, no tanto a los individuos.
Pobreza y clientelismo
El Estado interviene cuando entiende que algún grupo resulta peligroso para el orden social.
Zygmunt Bauman señala “este sistema penal creado para  mantener y reproducir el orden social puede pensarse hoy en una sociedad en la que es el consumo el que somete a los individuos a un orden socio–económico impuesto como un aspecto residual del control social”. “…
Los pobres antes desempleados son ahora además no consumidores. Se trata de hacer más visibles a esos pobres reduciéndolos a las villas, favelas, cárceles.”
Ya no son las instituciones panópticas las que con su coerción logran disciplinar la sociedad en la obediencia a la Ley. Se ha construido una subjetividad que hace del miedo y la inseguridad que el mismo mercado produce, el elemento disciplinador.
Lo preocupante es que pese a la evidente retirada del Estado producto de la implementación de políticas neoliberales que dejan a la economía librada a la suerte con un poder cada vez más concentrado y transnacionalizado, el reclamo de seguridad planteado por la sociedad no hace referencia a ese Estado, que se muestra débil frente a las leyes del mercado, con una distribución regresiva de los ingresos, con desigualdad social, pobreza, desnutrición infantil, indigencia. Por el contrario, de lo que se habla, es de una inseguridad individual, de delitos interpersonales o comunes.
Es en este contexto, que tiene lugar una profunda crisis de legitimidad que no sólo se ve plasmada en las instituciones políticas sino también en los que tienen como función el control penal: poder judicial, poder policial, penitenciario.
Hoy, la Ley,  ya no está por encima de los intereses particulares,  ya no es el imperativo categórico, ya no es universal. Esto permite entender cómo este nuevo poder que antes se mostraba individualizante y necesitaba el control de la población mediante la medicalización, hoy cede paso a la estadística que con sus bases de datos controla individuos y grupos potencialmente peligrosos.
El poder ya no busca el castigo ni la rehabilitación, busca identificar y controlar grupos peligrosos.
Hoy la caracterización de normal – desviado pierde importancia porque no se busca individualizar al sujeto indisciplinado que se ha desviado de la norma, que no pudo internalizar la Ley. Tampoco importa su regeneración. El consumo es el parámetro, un individuo es consumidor o no consumidor.
El poder utiliza sus tecnologías de control a fin de identificar aquellos grupos no consumidores y por ende, peligrosos para el orden social. La cárcel controla esa masa denegada tratando de gestionar el riesgo de grupos que sin esperanza ninguna, constituyen una masa marginal permanente.

Existe una nueva forma de inseguridad que sin dudas tiene responsables si pensamos en aquellos que con sus políticas provocan un impacto directo en las condiciones de vida de la población. Es esa inseguridad la que  genera el miedo a perder el trabajo o directamente a no conseguirlo, a no tener acceso a la salud o a una educación de calidad, a no poder vivir dignamente.
Las características que presentan hoy los hechos delictivos nos ponen frente a un nuevo tipo. Existe lo que se llama la “desprofesionalización” de la delincuencia, es decir que los hechos delictivos son llevados a cabo por personas que no tienen ningún plan, que salen “al boleo” viendo la oportunidad.
Ante esta caracterización del delito es difícil pensar una política de prevención penal que pueda evitar los hechos delictivos si no se piensa en la necesidad de proponer políticas sociales de integración que puedan reconstruir los lazos solidarios que el actual sistema económico destruyó…
     Por eso es necesario aceptar 1º, que existe un control social que permite reproducir un orden y 2º, que ese  poder necesita que los individuos o grupos sociales sean integrados a ese orden, recurriendo para ello si es preciso, a prácticas que significan corrección, represión, exclusión y si es necesario, eliminación. Todo por la reproducción de un orden social que no puede ser alterado y debe ser preservado y reproducido.
      El problema es que la mayoría de los penalistas no ponen como tema central el problema del orden y omiten que la Ley conlleva un acto de poder que responde  la construcción de un orden social que determina  lo que está bien o mal, permitido o no permitido. Este modo de razonar es el que los lleva a sostener erróneamente, que las conductas desviadas o delictivas son el fundamento del sistema penal. De tal manera que esta limitada mirada del delito determina que la política penal sea planteada como “corrección”, como respuesta a las conductas delictivas.
 Por otro lado, la dirigencia política también muestra esta interpretación limitada del problema y se advierte cuando los candidatos presentan sus propuestas y revelan claramente una visión del sistema penal  como forma de “represión de los delitos” sin plantear el tema sustancial que está en juego: el problema del orden.
 Las propuestas no van más allá de la “instalación de cámaras de seguridad” o  de la creación de la“policía municipal” sin plantear concretamente cómo van a encarar con seriedad la lucha contra el crimen organizado, contra el delito común organizado, contra el narcotráfico.
Se habla de luchar contra el delito sin hablar del delito económico producido por funcionarios estatales en sociedad con intereses privados que además disponen de los actos administrativos y las leyes funcionales a tales delitos. Son estos delitos, en los que participan tanto los funcionarios del Estado como privados los que impactan luego en la degradación de las condiciones de vida, en la falta de salud, en el deterioro de la educación, en la falta de vivienda, en la ausencia de servicios mínimos que hacen a la calidad de vida: agua potable, cloacas, luz, transporte público.
 La misma dirigencia política que es parte del sostenimiento de un modelo que avala la injusticia, que genera corrupción, que no da la batalla al narcotráfico, que crea las condiciones para la connivencia de jueces, fuerzas de seguridad, políticos para la práctica delictiva, esa misma dirigencia es la que propone respuestas a la inseguridad. Ellos mismos son parte de un Estado que defiende y promueve un orden social injusto y por ende políticas de seguridad que permiten consolidar dicho orden.
 ¿Es posible plantear respuestas a la inseguridad pensando exclusivamente en una inseguridad individual sin plantear una política penal que deje de ser una herramienta para legitimar y reproducir un orden social capitalista injusto?



  Robert Castel habla de la “desciudadanización” para referirse a los efectos dramáticos que el capitalismo  salvaje neoliberal ha producido. La inseguridad social, la inseguridad en el trabajo en la educación, en la vivienda, esa inseguridad es la central”.
La modernidad hoy adquiere un nuevo significado y da paso a lo que Zygmunt Bauman llama “modernidad líquida”. “Pautas y configuraciones, dice Bauman, ya no están determinadas ….hay demasiadas, chocan entre sí, sus mandatos se contradicen de manera que cada una de esas pautas y configuraciones ha sido despojada de su poder coercitivo o estimulante. El poder de licuefacción se desplaza del sistema a la sociedad, de la política a las políticas de vida…, ha descendido del macronivel al micronivel de la cohabitación social. Como resultado existe una visión privatizada de la modernidad, en la que el peso de la responsabilidad del fracaso cae primordialmente sobre los hombros del individuo”.
Atrás queda el diseño del panóptico de Bentham usado por Foucault, como metáfora del poder moderno. Poder de los jefes, inmovilización de los subordinados, rutinización del ritmo temporal son estrategias del ejercicio de dicho poder; estrategias costosas que necesitan construir edificios, contratar vigilancia profesional, responsabilizarse del bienestar general del lugar, presencia permanente, prisiones, roces constantes.
Es esta primera modernidad reemplazada por una segunda modernidad, posmodernidad en la que el poder se vuelve extraterritorial, con relaciones pospanópticas en las que quienes manejan el poder ya no están presentes y donde la principal técnica de poder es la huida, el escurrimiento la elisión, las capacidad de evitar, el rechazo concreto de cualquier confinamiento territorial.
El poder desarrolla hoy una nueva técnica que emplea el descompromiso y el arte de la huida.
Señala Bauman: “la precariedad de la existencia social provoca una percepción de que el mundo circundante es una superposición de productos para consumo inmediato. Para percibir el mundo, incluyendo a sus habitantes, como un pozo de artículos de consumo, transforma la negociación de vínculos humanos duraderos en algo extremadamente arduo. La gente insegura tiende a ser irritable,  tiene poca paciencia con todo aquello que se interpone en el camino, que conduce a la satisfacción de sus deseos y como muchos de esos deseos están destinados a verse frustrados, hay por lo tanto escasez de cosas y poca paciencia con las personas”.
La hipocresía de los líderes mundiales que presidiendo Gobiernos “democráticos” avalan sistemas de corrupción que sólo buscan optimizar la acumulación de capital, brinda escasas esperanzas de modificar el actual orden económico social salvajemente injusto que no puede dar respuesta a la profunda brecha entre ricos y pobres.    
En tal sentido es preciso comprender  la implicancia que el delito económico organizado tiene en la estructuración de la sociedad porque es el que produce los mayores niveles de inseguridad.
No es posible pensar respuestas serias al problema de la inseguridad si  no se está dispuesto a dar pelea al lavado de dinero lo que significa identificar a los bancos como una instancia fundamental ya que es en sus cuentas donde se realiza el lavado del narcotráfico o de los negociados de las privatizaciones en las que el Estado no es ajeno.
¿Por qué es tan limitada la visión que la dirigencia política tiene de la “inseguridad”?.
¿Acaso porque responde a una postura ideológica a la que no le interesa cuestionar el mantenimiento de actual orden político – económico y en consecuencia considera que el sistema penal debe reafirmar ese orden?  
¿O tal vez desconocen que toda política penal conlleva una funcionalidad a un sistema económico y social y entonces por desconocimiento sólo piensan en soluciones coyunturales de respuestas rápidas, cómodas y “tranquilizadoras” para la sociedad?
Como dirigentes políticos ¿No son concientes del grado de irresponsabilidad que conlleva el no dar respuestas concretas a las problemáticas de quienes pretenden representar?
¿Comprenden que la corrupción es la causa fundamental de tantas inseguridades sociales: falta de salud, de vivienda, descenso de calidad educativa, desnutrición infantil, falta de agua potable?.
¿Por qué prefieren hablar de la inseguridad “individual”?.
Tal vez porque hablar de la inseguridad social los compromete a dar batalla a un poder cómplice de tantas injusticias……

Dice al respecto Pegoraro que “existe una ausencia llamativa en las ciencias sociales a hacer referencia a las conductas ilegales como parte de la estructura social en la Argentina. En este sentido se construye un imaginario de delito asociado a la violencia sin razón, al crimen, la violación sexual, que no deja ver aquellos actos ilegales  como el delito económico organizado, que van socavando la Democracia”.
Agrego que la dirigencia política también es parte de esa construcción.
Y señala Pegoraro: “hace casi cien años, Pareto realizaba un lúcido y descarnado análisis de la democracia cuando decía: "Tenemos ahora, bajo una forma distinta, una nueva feudalidad que, en parte, reproduce la sustancia de la antigua. En esos tiempos, los señores congregaban a sus vasallos para hacer la guerra, y, si obtenían la victoria, los recompensaban con el botín. Hoy los políticos y los líderes sindicales actúan del mismo modo y congregan a sus tropas para las elecciones, a los efectos de llevar a cabo actos de violencia contra sus adversarios y obtener de tal modo beneficios que los vencedores disfrutan.... Los privilegios que gozaban en aquellos tiempos los nobles se reflejan en los privilegios judiciales, fiscales y otros que los diputados gozan ahora y, en pequeña pero no desdeñable medida, también sus electores, si pertenecen al bando gubernamental”.
Zygmunt Bauman dice: “el problema de la seguridad tiende a estar crónicamente sobrecargado con preocupaciones y anhelos que no puede resolver y de los que tampoco se puede descargar. Esta alianza profana conduce a una sed insaciable de más seguridad que ninguna medida práctica es capaz de paliar, ya que no llega a tocar ni alterar las fuentes primordiales y prolíficas de la incertidumbre y la inseguridad, las dos responsables de tanta ansiedad y angustia”.
El sistema penal con su esquema básico de delito - castigo es estructuralmente incapaz de  comprender la vida social. La corrupción tiene como objetivo integrar, cooptar o neutralizar oposiciones. Pegoraro señala que “el arte de gobernar incluye a la corrupción como un insumo más que como una herramienta táctica”.


Creo por lo expuesto, que queda en evidencia la complejidad del fenómeno de la inseguridad que conlleva el análisis de la inseguridad social y que por lo tanto no debe excluir la articulación existente entre gestión estatal y corrupción pensados más allá de actos individuales sino como prácticas de gubernamentalidad.
     Es absolutamente imprescindible darnos el debate honesto y sincero, sin objetivos electoralistas, sobre el modelo de sociedad que queremos construir, porque se necesita coraje para encarar la batalla que ello implica.
Dar la batalla a la inseguridad implica enfrentar la amplia red de relaciones que existen entre los diversos poderes que la sostienen, es decir desarticular esa red personal, grupal, institucional que hoy constituye el arte de gobernar.

domingo, 10 de noviembre de 2013

DESDE EL MIRADOR: HISTORIA DE MEZQUINDADES



POR LUIS SELLÁN
 



ALDO MORINO Y AQUELLO DE: “LA PRESIDENCIA ES MÍA, MÍA Y MÍA” (*)
ALDO MORINO, HASTA AHORA PTE DEL HCD

JORGE BLANCO QUIEN PRETENDE SER PTE DEL CUERPO CON SERGIO MASSA

En una ciudad donde el bajo se inunda de mierda por que se rompe el flamante colector cloacal en construcción, donde un vecino muere tras un accidente y es llevado en una camioneta de la DPU por que Zárate no tiene un servicio de asistencia de emergencias medicas (cuya licitación sale luego del accidente), donde los rostros de la muerte nos miran como consecuencia de la inseguridad, accidentes, violencia de genero y gatillo fácil policial. Resulta obsceno que un presidente del consejo deliberante se quiera abrochar  como un abrojo maldito al sillón de la presidencia del cuerpo, y donde la discusión sea solamente la menesunda irrespetuosa de la repartija política.
Morino tiene razón, nada dice en la ley orgánica de municipalidades, ni en la constitución provincial y mucho menos de la carta magna nacional, que quien gana las elecciones deba ocupar el sitial más alto de la estructura legislativa. Pero hay desde el año 1983 un compromiso tácito que quien gana ocupa la presidencia. Esto se ha respetado en todas las legislaturas y cuerpos deliberativos, y Zárate no ha sido excepción. De hecho Arrighi, el primer intendente de los primeros 12 años de vida democrática, solía ganar las elecciones donde él encabezaba y perdía las de tiempo intermedio y siempre la presidencia fue ocupada por un concejal de la oposición. El actual intendente Osvaldo Cáffaro cuando ganó en el 2007 de la mano del ACUERDO CÍVICO Y SOCIAL, antes de su traspaso al Kirchenrismo de la mano de De Vido, con sólo cuatro ediles ocupó en la figura del profesor Manuel García Blanco la presidencia del cuerpo. Sin embargo en esta oportunidad Morino y sus siete concejales que lo siguen han resuelto plantarse y pelear por mantenerse abrochados a la presidencia del cuerpo a todo o nada sin hacer una mirada crítica del reciente resultado electoral, en una actitud que parece estar más cerca de las mezquindades obscena de la política de corto vuelo que a un convencimiento de estricto derecho.
Me pregunto, sin respuesta hasta ahora, cual es la desesperación tan clara por ocupar ese cargo, también le vale esta pregunta al novel bloque del Frente Renovador encabezado por el ex funcionario caffaristas y “peronista de toda la vida” como le gusta catalogarse: Jorge Blanco, quien tiene como único argumento la tradición y la buena predisposición de los demás concejales. En verdad para un bloque de tan solo cuatro ediles con la presidencia “pierde” de algún modo un edil que estará más abocado a las cuestiones administrativas y protocolares del cuerpo y lejos del debate parlamentario cotidiano, debate que será fundamental en estos tiempos que vendrán en el hasta ahora Honorable Concejo Deliberante. Un dato que no es menor es que el presidente maneja el presupuesto- sobre el cual se carece de información pública- y el derecho a veto y el voto de oro en caso de empate- ¿Serán esas las razones?
La prensa suele todavía nombrar con el calificativo de HONORABLE al cuerpo deliberativo, que lo siga siendo dependerá de que la inteligencia y la búsqueda del bien común supere a las mezquindades y las artimañas de la política basura.(*) Publicada en ENLACE CRITICO previamente
CONCEJALES ZARATEÑOS EN PLENO TRABAJO


sábado, 26 de octubre de 2013

DESDE EL MIRADOR



Por: Luis Sellán

UN DÍA PARA BAJAR Y SUBIR CUADROS




En el día de ayer un amigo de las redes, donde todavía no ha entrado la veda política, preguntaba que cuadro bajamos hoy, en alusión al gesto simbólico del Kirchnerismo de bajar los cuadros de Videla y Bignone del colegio militar. En este día donde participaremos de la elección número 14 desde el 30 de octubre de 1983, a las que habría que agregarle 3 más: el plebiscito de 1984 por el diferendo por el canal de Beagle, la consulta para la reforma electoral en la provincia de Buenos Aires en el año 92; que no le permitió a Antonio Cafiero la relección y la de 1995 que si permitió la reforma del pacto de olivos y la relección de Menem. Es interesante tomar la pregunta inicial y ponernos a pensar en el momento que entremos en el cuarto oscuro, que cuadros descolgaríamos hoy. Yo me animaría a dar algunas ideas si usted estimado lector me lo permite: descolgaría el cuadro de aquellos que han hecho de la política una guerra de pobres contra pobres, de aquellos otros que han convertido el clientelismo político en la columna vertebral de la corrupción. Descolgaría el cuadro de los soberbios que hacen de la política una práctica solamente para llegar y mantener el poder, sacaría el cuadro de los que apelan a una memoria selectiva y no tienen registro de la realidad cotidiana. De los tránsfugas, de los que no tienen valores y no han leído libros y sin embargo se suben al pedestal de la soberbia a dictar catedra. De los oficialistas que descalifican por otarios o vendidos a opositores  y de opositores que descalifican a todo oficialismo, más por lo bueno que hacen que por lo malo que podrían llegara a hacer.
Sacaría los cuadros del totalitarismo, de los sectarios, de los mentirosos, de los camanduleros. Pero seria bueno poner el cuadro grande donde se unan dos palabras peleadas en la historia la igualdad y la libertad, esas dos utopía truncas de la revolución francesa, síntesis indispensable de una sociedad justa e igualitaria y que hoy siguen siendo la contradicción fundamental de la historia, de nosotros depende y feliz elección número 14, que a pesar de todo es lo mejor que nos podía pasar.


jueves, 17 de octubre de 2013

DESDE EL MIRADOR



Por Luis Sellán
 

17 de OCTUBRE: DEL DÍA DEL PUEBLO AL DÍA DE LA LEALTAD (*)

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el pueblo con los pies en la fuente
El 17 de octubre de 1945, además de ser el día icono de la historiografía peronista, es sin lugar a dudas una fecha bisagra en la historia argentina. Mucho se ha dicho sobre esta emblemática fecha: que lo hizo Cipriano Reyes, que lo hizo Evita, que lo hizo el pueblo espontáneamente. Fue la fecha insignia del peronismo, aveces más recordadas que otras; en esas otras; moderadamente escondido-“mejor no hablar tanto del 17”.
En su libro “Raúl Aphold, el inventor del peronismo” ;  la escritora Silvia Mercado- lo recomiendo como lectura indispensable para entender el peronismo y estos tiempos- dice: “El 17 de octubre fue el primer mito construido desde el aparato de comunicación del gobierno, a instancias de Perón”-P/137-OP Cit. Para la CGT, según el precitado libro y otros investigadores el día elegido fue el 18 de octubre, cuando decretaron un paro nacional. Sin embargo para Perón estaba claro que su “toma de la bastilla” debía ser el 17, y que no estaba dispuesto compartirlo con los sindicatos.
En 1946 el diputado y director del diario peronista La Época Eduardo Colom conjuntamente con el dirigente sindical Cipriano Reyes; quien en un recordado libro se adjudicó tan emblemática fecha; presentaron un proyecto para promover el 17 de octubre cómo el día del pueblo y feriado nacional. Perón todavía, recién asumido, no tenía el monopolio del significado del 17 de octubre. Se hizo un acto donde habló Cipriano Reyes y la Alianza Libertadora Nacionalista puso una ofrenda floral en forma amenazante en la sede del diario Crítica, el acto culminó con un discurso del propio Perón.
Pero como se había señalado anteriormente Perón no tenía interés en compartir la fecha con los trabajadores y con nadie, el 17 de octubre fue transformándose paso a paso del día del pueblo y los trabajadores en el día de la lealtad a Perón. En 1947 el Partido Laborista (2) pretendió repetir un acto similar pero fue levantado por “mal tiempo”, sería el último intento de Cipriano Reyes de disputar el significado del 17 de octubre, en 1948 fue detenido acusado de complot y borrado de la historiografía peronista para siempre, permaneciendo en la cárcel hasta 1955.
“En 1947, los diarios peronistas, tampoco mencionaron el rol desempeñado por la CGT durante el 17 de octubre” “(…) en 1948 se dio el gran salto cualitativo en materia de comunicación, se creó el comité organizador de los eventos del 1 de mayo y el 17 de octubre, integrados por el ministro Oscar Ivanisevich, JoséEspejo y Raúl Aphold, a partir de aquí estas fechas – y en especial el 17 de octubre- tuvieron el carácter que a Perón le gustaba”; de absoluta lealtad a su persona. Pág. 139- óp. cit.
De este modo el peronismo creaba para su propia mitología la fecha emblemática de su constitución como movimiento político, donde la lealtad y obediencia a Perón iba a estar por sobre todas las cosas, nada ni nadie podía sobrepasar esa lealtad. Fue Aphold, Jefe de Comunicación y cerebro de la política propagandística del peronismo el que ideó además la idea que Fuera Eva Perón la conductora del 17 de octubre.
Entender la transmutación de la fecha emblemática del peronismo es probablemente la primera punta para entender este movimiento que ha hecho de la acumulación de poder, el pragmatismo y la obediencia del que conduce –hasta que detenta el poder- el sustento fundamental de su propia existencia. Ni “un peronismo sin Perón” ni la “patria socialista” a través del peronismo podían funcionar en un movimiento bajo este esquema de poder.

(*) Publicado primeramente en ENLACE CRÍTICO