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Mi nombre es Luis Sellán; profesor en historia y periodista vocacional. Este es un espacio pluralista,independiente y con opinión, De politica,cultura y sociedad, un lugar donde sembrar ciudadanía.Mails y comentarios a luis.betoluis.sellan@gmail.com

viernes, 27 de noviembre de 2015

Desde el Mirador: "PAZ Y ADMINISTRACIÓN"



POR: LUIS SELLÁN
 
Negros asustados

PRESIDENTE MACRI



GRAL ROCA EN CARAS Y CARETAS

Al final ganó la derecha, si la derecha por primera vez en la historia llega a través de elecciones libres y ganándole al peronismo en un histórico ballotage. Durante su historia y con los distintos tamaños y pelajes que supo tener, había accedido al poder mediante los fraudes, de la época conservadora, y los trágicos golpes de estado que nos agobiaron durante cincuenta años del siglo veinte. Habría que agregar, no es un dato menor, además, que llegó de la mano del peronismo durante la década menemista, cuando la UCEDE-el partido de Alsogaray- desembarcó en el gobierno que aplicó las políticas neoliberales más terroríficas que ni la dictadura se animó a realizar y, que provocaron las traumáticas secuelas (económicas, sociales y culturales) que hoy todavía nos cuestan superar.
   La nueva derecha argentina, que hoy se alza victoriosa, es el PRO del empresario- ahora presidente electo- Mauricio Macri. Una fuerza que surge tras la crisis del 2001 y que desde la base sustentada en la ciudad autónoma de Buenos Aires, donde es gobierno desde el 2007, se presenta ante la sociedad como garantía del CAMBIO, en este caso teniendo a un radicalismo degradado política e ideológicamente-conjuntamente con el  Republicanismo bobo pregonado por Elisa Carrió- como principales aliados y que le ha garantizado la territorialidad que el PRO no tenía y que la UCR siempre mantuvo intacta a pesar de todo, fundamentalmente en la Provincia de Buenos Aires. Un factor que fue decisivo para el sorpresivo triunfo de María Eugenia Vidal como gobernadora del principal distrito del país.
Podríamos decir que: CAMBIEMOS, es la expresión actual de aquél lema positivista de la generación del 80: “Paz y Administración”. El mismo fue el lema  que utilizó Julio Argentino Roca-el personaje histórico preferido de Mauricio Macri-y que terminó de fundar el estado argentino moderno. Paz y Administración: Significaba un país sin conflictos internos, ya durante el periodo de las denominadas presidencias fundacionales (Mitre-Sarmiento y Avellaneda) se había hecho el “trabajos sucio” de culminar con cualquier vestigio de caudillismo federal (Chacho Peñaloza-López Jordán)-“No ahorre sangre de gaucho asesino”, recomendó Sarmiento a Mitre-. Y por supuesto la genocida campaña del desierto liderada por el propio Roca, con el objetivo de ganar más tierras satisfaciendo las demandas de la oligarquía terrateniente. Además, significaba un país alineado externamente y organizado internamente de tal modo que sirviera para satisfacer las demandas del mercado mundial, donde la Argentina como país agroexportador, ingresa indefectiblemente. Paz y administración es una adaptación del lema positivista de “orden y Progreso”, que reza la bandera brasileña y que gobernará las ideas y los hechos de la Argentina conservadora.
El macrismo, vendría a ser una versión aggiornada y posmoderna de aquella idea positivista. Con globos amarillos, bailes y expresiones de buena onda, con el “mago sin dientes”, el Midachi y el colorado Mac Allister, y el mensaje repetido de: “basta de odios y divisiones”, “basta de peleas”, “Terminar con la brecha entre los argentinos”. Promete una “revolución de la alegría”, que vendría a ser la crema que decora una torta más pesada y conservadora. Con sólo fijarse en el gabinete designado por el presidente electo, uno puede observar que tiene en el mismo a auténticos representantes de intereses económicos bien definidos. Repitiendo la fórmula de la generación del 80, donde los ministros eran representantes de la oligarquía terrateniente, que luego repitieron los presidentes de la década infame y el peronista Menem que en economía sorprendió a todos poniendo a un representante de la Bunge y Born. Macri, tampoco quiere lio, por eso pregona la revolución de la alegría, pero cuidado con el que intente dar una mueca de insatisfacción.
Pero es justo decirlo que el macrismo no ha salido por generación espontánea, viene corriendo a paso firme desde atrás y con mucha paciencia. Es soberbio y desmesurado pensar que es solo un producto mediático-como quiere hacernos creer el Kirchnerismo a través de sus representantes-, es mucho más que eso, es la restauración de un poder conservador muy fuerte y que llega con legitimidad de poder democrático. Dependerá del grado de inteligencia de Macri para ver como empieza y como puede llegar a culminar: Macri tiene el gran desafío de ser un conservador lúcido  y darse cuenta de las cosas que puede cambiar, de las que no debe cambiar y fundamentalmente darse cuenta de la diferencia entre ambas cosas. El tiempo dirá que será de este gobierno, que más allá de su identificación ideológica, ha generado esperanzas en una sociedad harta en una forma de hacer política, de un Kirchnerismo que se perdió la oportunidad de gobernar para todos y solamente, con una perversa lógica setentista (esto merece una nota aparte), gobernó para su propio ombligo. El gobierno saliente, que no pudo presentar a la sociedad un candidato de una izquierda republicana, fue el gran hacedor del resultado electoral del pasado domingo. Probablemente el macrismo sea un vomito de la sociedad, pero es así, cuando uno está descompuesto, lo mejor es vomitar.

domingo, 22 de noviembre de 2015

Desde el Mirador: UN SUEÑO

  Por Luis Sellán
 Anoche tuve un sueño, no sé bien quien ganó el ballotage en mi sueño. Aparentemente era un “conservador lúcido”, no sé si era un conservador que siempre lo había sido u otro que también siéndolo, por mera conveniencia había apoyado a un gobierno populista con discurso de centro-izquierda. El sueño era no después de la elección, sino días después de asumir. Veía un presidente con muchos problemas pero que tenía la capacidad de darse cuenta que no lo podía hacer sólo. Sabía lo que debía cambiar, lo que no podía cambiar y lo más importante, se había dado cuenta de la diferencia entre ambas cosas. El tipo, parece, había entendido que debía dialogar, que tenía la responsabilidad de ser el presidente que construyera, al fin, una democracia real, con diálogo, con justicia, con igualdad de oportunidades. Se sentó ese 11 de diciembre en el sillón de la calle Balcarce y pensó, una vez que habían pasado los cortos festejos- cada vez son más cortos los festejos-, recordando al primer presidente de esta democracia. Quien recitaba el preámbulo porque era lo único que podíamos rescatar, lo único por lo que valía la pena luchar, por lo único que se podía soñar. Y recordó tres frases: “Garantizar la igualdad, garantizar la justicia, garantizar la libertad”. “A la mierda”, parece no tan difícil, pensó: Dándose cuenta que ese era el camino y empezó a conversar, con los trabajadores, con los empresarios, con todos los periodistas a quiénes les exigió que lo siguieran con marca severa: “no me dejen pasar una”. Habló con todos los políticos. El primero al cual convocó fue a quien había derrotado en el ballotage, luego con la derecha, luego con el centro y más tarde con la izquierda, y lo más loco de todo es que hasta la izquierda se sentó a conversar con ese presidente. Seguramente íbamos a seguir teniendo muchas diferencias, la democracia es eso, el conjunto de diferencias que nos igualan, lo que nos permite crecer como nación, como pueblo, pero buscando las coincidencias, porque al fin y al cabo, debemos tener principios comunes, tenemos que tenerlos, ¡carajo!.
Y de a poco, a medida que el sueño iba avanzando, nacía un nuevo país: Sin “negros de mierda”, sin colonizados, sin “clase media de mierda”, sin periodistas militantes y sin periodistas serviles al poder de la guita, solamente periodistas, sin mentiras ni verdades absolutas, con discusión, con apasionados debates, con conflictos, pero sin brechas absurdas. Un país con la “unión de los que aún estamos vivos”.
Me desperté temprano, pensando en mi sueño, que por ahora fue solo eso, pero no me pude volver a dormir. Pensé que quizás ese sueño podía ser posible, no tanto por la voluntad de un presidente- que es efímero- sino con la militancia cotidiana de cada uno de nosotros por un país cada vez más justo, sin miedos, sin rencores, sin odios, pensando que cada uno de nosotros somos importantes. Me levanté y fui a votar, todavía no se bien por quien, pero seguro que de mí dependía aunque sea un poquito hacer realidad mi sueño, el sueño que ojalá sea de todos…y de todas.