POR LUIS SELLÁN (*)
las zapatillas colgadas símbolo de la lucha de Cromañón |
Era casi el último día del 2004,
las familias argentinas vivan las vísperas del año nuevo. Un ritual habitual. Y unos jóvenes,
de barrio, felices, que vivían ese tiempo de la vida dónde ésta es interminable,
quisieron festejar viendo y escuchando rock.
Un recital, un grupo poco
conocido por el gran público; Callejeros y un lugar: República Cromañón en el
barrio de Once, espacio regenteado por el mecenas del rock nacional, Omar
Chabán, el mismo que en su mítico Cemento hiciera actuar y hacer conocer a Los Redondos,
La Renga, Sumo, Ataque77, Los Ratones Paranoicos, Riff entre tantos otros
grupos.
Pero ese día 30 de diciembre del
2004 el mundo se detuvo, como una mueca caprichosa de la vida la juventud quedó
detenida en una foto que clama por justicia. El mundo se paralizó hace diez
años para los 194 pibes muertos en Cromañón, pero también para los
sobrevivientes que les quedará la mochila insensata de: “por qué yo no y mis
amigos sí”.
Una bengala, una estupidez promovida
en la propia convocatoria del espectáculo, produjo una de las tragedias más
grande que haya pasado en la Argentina. De ahí “conocimos” que una ciudad como
Buenos Aires era un peligro constante, “nos dimos cuenta” que la corrupción mata y no tiene piedad y que la
vida se puede terminar cuando la desidia, la imbecilidad y la corrupción
caminan de la mano.
No faltaron quienes quisieron
echarle la culpa al Rock, tampoco las aves de rapiña que quisieron tener su
redito político, los funcionarios que solo les interesaba salvar su propio
pellejo. Pero allí quedaron esas zapatillas con un insoportable olor de muerte
joven colgadas en la calle, zapatillas de un tiempo que se detuvo esperando
justicia, que hasta este momento ha sido incompleta.
(*) Publicada previamente en Enlace Crítico