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Mi nombre es Luis Sellán; profesor en historia y periodista vocacional. Este es un espacio pluralista,independiente y con opinión, De politica,cultura y sociedad, un lugar donde sembrar ciudadanía.Mails y comentarios a luis.betoluis.sellan@gmail.com

martes, 3 de mayo de 2011

"Dejen de currar con los 70" Por Martín Caparros*



LOS MONTONEROS EN LA PLAZA Y JOHN TRAVOLTA UN ICONO DE LOS 70

La Cámpora empezó por cumplir con la ley de la sangre: fue fundada –dicen que fue fundada– por un hijo de los doctores Kirchner, un joven Máximo –que es el nombre imperial que los presidentes peronistas les ponen a sus hijos. La Cámpora funciona ahora como proveedora de diligentes dirigentes del Estado. La lista es conocida: su jefe es subsecretario de Reforma Institucional, otro es secretario de Justicia, otro trabaja en la secretaría de la presidencia, otro es presidente de la Corporación Puerto Madero y director en Aluar, otro es director en Telecom, otro en Techint, otro es interventor de Fabricaciones Militares, otro es presidente de Aerolíneas Argentinas, otro su segundo, otro dirige las noticias del canal oficial, otro las subdirige, otra es gerenta de la Anses y esposa de un jefe, otra directora de Documentación Presidencial y hermana de otro: más política de la sangre –joven. Y más: varios son hijos de desaparecidos –una marca que vale lo que pesa– y los que mandan son hombres; entre todos manjean miles de millones de pesos y mucho poder. Que el “retorno de la militancia” esté fogoneado desde el poder, y que se instale tan fuertemente en él, es un signo fuerte de estos tiempos.

Lo es, también, que la “militancia” actual no suponga cambios significativos en las vidas de los militantes. O, por lo menos, que esos cambios no vayan en el sentido de la austeridad –como forma de asumir ciertas ideas– sino de cierto lujo. Se puede ser militante y cobrar mucho del Estado por esa militancia; se puede ser militante y seguir trabajando en telenovelas o programas de chimentos; se puede ser militante y ganar y gastar mucha plata en pavadas. Se puede ser militante y tomarse un avión –casi– propio para ir a ver un partido de fútbol a Montevideo. Si alguien se pusiera quisquilloso diría que es lógico, coherente, cuando esos militantes se encolumnan detrás de unos jefes que hablan de la redistribución mientras no paran de acumular riquezas. Que la militancia no suponga un compromiso de vida, una crítica y replanteo de esas formas de vida, es una diferencia decisiva con lo que solía considerarse militancia. No digo –¿no digo?– que sea mejor ni peor; digo que es completamente distinto –y que, quizá, sea un efecto de la falta de elecciones ideológicas que esta militancia supone.
En cualquier caso, estas formas de la “militancia” permiten explicar una frase molesta: basta de currar con los setentas significa también “paren de contarnos que una banda de funcionarios muy bien pagos es lo mismo que la jotapé clandestina y perseguida, peleando por el socialismo” –o, peor, su “equivalente en esta etapa”.
Las consignas de La Cámpora –que tiene la delicadeza de no ser agrupación, organización, cofradía, sección, sector, secta, sólo La– aparecen en su página web, proferidas con ese tono de vocales cerradas y consonantes perdidas, afinación ausente, que suele reconocerse como bel canto barra. Sus palabras son, por lo menos, dispersas: “Vayas donde vayas voy a ir,/ vos sos la razón de mi existir./ Te llevamos en el corazón,/ yo soy de Eva Duarte y Juan Perón./ Yo soy así, Perón yo soy,/ de la cabeza siempre voy,/ ya van a ver, vamo’ a volver/ es la gloriosa JP”, dice una, sin que quede claro a quién le habla –aunque, si la segunda persona a la que se dirige es confusa, más lo es la primera que habla: empieza en singular, sigue en plural, vuelve al singular, vuelve al plural: alguien podría perorar de la dialéctica entre el grupo y el individuo pero sospecho que estaría boludeando. Otra consigna incluye datos sobre sus métodos de conocimiento y análisis de la realidad: “Me lo dijo una gitana,/ me lo dijo con fervor,/ patria o muerte es la consigna,/ para la liberación./ Me lo dijo una gitana,/ yo no le quise creer,/ junto a Néstor y Cristina la gloriosa JP./ Una gitana hermosa tiró las cartas,/ que eran de la doctrina de Juan Perón,/ porque al movimiento se lo defiende,/ poniéndole el pecho y el corazón”. Y la otra que citan, con el mismo acento, trata de aclarar los términos del intercambio: “Baila la hinchada baila,/ baila de corazón,/ soy argentino, soy peronista,/ quiero vivir mejor”.
Pero ninguna de ellas se compara con el último hit, plaga de futboleros, ésa que cantan en cada entretiempo del campeonato Néstor Kirchner varias docenas de adherentes. De ese monótono requiem llamado “Nunca menos” pocos más que los muy adheridos recuerdan la letra abolerada, pero el título se ha impuesto, se ha usado en convocatorias varias, ha pegado. Y es curioso: la idea de nunca menos se propondría como una superación del nunca más pero, fuera de ese contexto estrecho, suena como un grito de guerra resignado: no es vamos por todo, siempre más, hasta la victoria u otras monsergas habituales para decir que su pelea continúa imparable confiada. Es lo contrario, el grito del aguante: defendamos este poco, angarremo lo que hay, que no haya menos. Es la digna elegía de una organización llamada Frente para la Victoria. Es la épica posibilista en todo su esplendor, la canción que le correspondía.

*Fragmento de Argentinismos sobre “ La Cámpora ”, que será publicado en julio por Editorial Planeta

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