POR: LUIS SELLÁN
PRESIDENTE MACRI |
GRAL ROCA EN CARAS Y CARETAS |
Al final ganó la derecha, si la
derecha por primera vez en la historia llega a través de elecciones libres y
ganándole al peronismo en un histórico ballotage. Durante su historia y con los
distintos tamaños y pelajes que supo tener, había accedido al poder mediante
los fraudes, de la época conservadora, y los trágicos golpes de estado que nos
agobiaron durante cincuenta años del siglo veinte. Habría que agregar, no es un
dato menor, además, que llegó de la mano del peronismo durante la década
menemista, cuando la UCEDE-el partido de Alsogaray- desembarcó en el gobierno
que aplicó las políticas neoliberales más terroríficas que ni la dictadura se
animó a realizar y, que provocaron las traumáticas secuelas (económicas,
sociales y culturales) que hoy todavía nos cuestan superar.
La nueva derecha argentina, que hoy se alza victoriosa, es el PRO del
empresario- ahora presidente electo- Mauricio Macri. Una fuerza que surge tras
la crisis del 2001 y que desde la base sustentada en la ciudad autónoma de
Buenos Aires, donde es gobierno desde el 2007, se presenta ante la sociedad
como garantía del CAMBIO, en este caso teniendo a un radicalismo degradado
política e ideológicamente-conjuntamente con el Republicanismo bobo pregonado por Elisa
Carrió- como principales aliados y que le ha garantizado la territorialidad que
el PRO no tenía y que la UCR siempre mantuvo intacta a pesar de todo,
fundamentalmente en la Provincia de Buenos Aires. Un factor que fue decisivo
para el sorpresivo triunfo de María Eugenia Vidal como gobernadora del
principal distrito del país.
Podríamos decir que: CAMBIEMOS, es la
expresión actual de aquél lema positivista de la generación del 80: “Paz y
Administración”. El mismo fue el lema
que utilizó Julio Argentino Roca-el personaje histórico preferido de
Mauricio Macri-y que terminó de fundar el estado argentino moderno. Paz y
Administración: Significaba un país sin conflictos internos, ya durante
el periodo de las denominadas presidencias fundacionales (Mitre-Sarmiento y
Avellaneda) se había hecho el “trabajos sucio” de culminar con cualquier
vestigio de caudillismo federal (Chacho Peñaloza-López Jordán)-“No ahorre
sangre de gaucho asesino”, recomendó Sarmiento a Mitre-. Y por supuesto la
genocida campaña del desierto liderada por el propio Roca, con el objetivo de ganar
más tierras satisfaciendo las demandas de la oligarquía terrateniente. Además,
significaba un país alineado externamente y organizado internamente de tal modo
que sirviera para satisfacer las demandas del mercado mundial, donde la
Argentina como país agroexportador, ingresa indefectiblemente. Paz y
administración es una adaptación del lema positivista de “orden y Progreso”,
que reza la bandera brasileña y que gobernará las ideas y los hechos de la Argentina
conservadora.
El macrismo, vendría a ser una
versión aggiornada y posmoderna de aquella idea positivista. Con globos
amarillos, bailes y expresiones de buena onda, con el “mago sin dientes”, el
Midachi y el colorado Mac Allister, y el mensaje repetido de: “basta de odios y
divisiones”, “basta de peleas”, “Terminar con la brecha entre los argentinos”.
Promete una “revolución de la alegría”, que vendría a ser la crema que decora
una torta más pesada y conservadora. Con sólo fijarse en el gabinete designado
por el presidente electo, uno puede observar que tiene en el mismo a auténticos
representantes de intereses económicos bien definidos. Repitiendo la fórmula de
la generación del 80, donde los ministros eran representantes de la oligarquía
terrateniente, que luego repitieron los presidentes de la década infame y el
peronista Menem que en economía sorprendió a todos poniendo a un representante
de la Bunge y Born. Macri, tampoco quiere lio, por eso pregona la revolución de
la alegría, pero cuidado con el que intente dar una mueca de insatisfacción.
Pero es justo decirlo que el macrismo
no ha salido por generación espontánea, viene corriendo a paso firme desde atrás
y con mucha paciencia. Es soberbio y desmesurado pensar que es solo un producto
mediático-como quiere hacernos creer el Kirchnerismo a través de sus
representantes-, es mucho más que eso, es la restauración de un poder
conservador muy fuerte y que llega con legitimidad de poder democrático.
Dependerá del grado de inteligencia de Macri para ver como empieza y como puede
llegar a culminar: Macri tiene el gran desafío de ser un conservador
lúcido y darse cuenta de las cosas que
puede cambiar, de las que no debe cambiar y fundamentalmente darse cuenta de la
diferencia entre ambas cosas. El tiempo dirá que será de este gobierno, que más
allá de su identificación ideológica, ha generado esperanzas en una sociedad
harta en una forma de hacer política, de un Kirchnerismo que se perdió la
oportunidad de gobernar para todos y solamente, con una perversa lógica
setentista (esto merece una nota aparte), gobernó para su propio ombligo. El
gobierno saliente, que no pudo presentar a la sociedad un candidato de una
izquierda republicana, fue el gran hacedor del resultado electoral del pasado
domingo. Probablemente el macrismo sea un vomito de la sociedad, pero es así,
cuando uno está descompuesto, lo mejor es vomitar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario